Es nuestra fiesta,
la que da sentido a todo nuestro año.
Es nuestra fiesta y nuestro recuerdo: el momento de centrarnos en cómo nos ha ido el año.
Celebramos el encuentro en la Eucaristía, el alimento por excelencia que nos hace participar de todo lo que se gesta en torno a la mesa; la donación de vida que nace de la cruz y derrama su ser entre los que queremos seguir siendo no sólo conscientes de lo que eso significa, sino de disfrutar y participar desde la resurrección con un modo concreto de situarnos en la sociedad: servir amando.
En esta semana de fiesta la Iglesia se encuentra con el paso de Dios. Navegamos hacia dentro para descubrir su paso entre nosotros delante del misterio amoroso , ante de la VIDA que sigue donándose y que rompe sus fronteras más allá de la muerte.
Me he topado con este poema de Mario Benedetti.
Simplemente lo comparto.
No te rindas, aún estás a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras,
enterrar tus miedos,
liberar el lastre,
retomar el vuelo.
No te rindas que la vida es eso,
continuar el viaje,
perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo,
correr los escombros,
y destapar el cielo.
No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda,
y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma
aún hay vida en tus sueños.
Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo
porque lo has querido y porque te quiero
Porque existe el vino y el amor, es cierto.
Porque no hay heridas que no cure el tiempo.
Abrir las puertas,
quitar los cerrojos,
abandonar las murallas que te protegieron,
vivir la vida y aceptar el reto,
recuperar la risa,
ensayar un canto,
bajar la guardia y extender las manos
desplegar las alas
e intentar de nuevo,
celebrar la vida y retomar los cielos.
No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se ponga y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños
porque cada día es un comienzo nuevo,
porque esta es la hora y el mejor momento.
Porque no estás solo, porque yo te quiero.
Mario Benedetti