28 de mayo de 2008

DESPUÉS DEL DOMINGO


Vamos caminando en la cotidianidad como comunidad.

¿Cómo es la realidad cotidiana del cristiano?

Suena el despertador. El agua está a punto. El café en la cafetera. Salimos de casa, nos vamos al trabajo.... volvemos a casa... descansamos un rato, los niños, las tareas, la lavadora, la plancha, los trabajos pendientes, algunas actividades en la parroquia o en el grupo al que pertenezco, rezamos un rato, vemos la tele, atendemos a la familia, nos preocupamos de las cosas de la casa... siempre hay algo que hacer... leemos un rato...... esa es nuestra realidad, la de los lunes, los martes, los miércoles…. pero siempre, a lo largo de la semana, no sólo el domingo, ha de ser también una realidad en comunidad.

Aunque todo tiene su razón de ser en el domingo, vivimos toda una semana de envío por parte de nuestra comunidad de referencia. Nuestra oración y nuestro trabajo tiene que ver también con esa realidad que llevamos en el alma: el Dios comunidad que nos llama a desparramar su amor en las cosas sencillas y cotidianas de la semana.

Ninguno de nosotros estamos llamados a trabajar como camicaces. Somos parte de un todo que es la comunidad cristiana. En ella vamos creciendo, vamos construyendo y escribiendo páginas de una historia de amor que Dios tiene con su pueblo en un momento concreto de nuestra historia como humanidad.

La existencia de la comunidad es una gracia de Dios que se hace visible entre los hombres. Son como semillas en manos de Dios que ha querido esparcir en los lugares donde se encuentran.

Ser comunidad es saberse elegido por Dios para ser en medio del pueblo una fuente de alegría y de consuelo. No es sólo saber que en el otro está Dios, es comprender y entender que eres un trasmisor, un continuador de los misterios de Dios y lo único que se te va a pedir es que seas fiel administrador de lo que se te ha dado.

La tarea que tenemos como creyentes cristianos es personal, pero también es comunitaria. En esta labor se nos pide transparencia y gratuidad.

La comunidad cristiana significa comunión en Jesucristo y por Jesucristo. Ninguna comunidad cristiana podrá ser ni más ni menos que eso. Si podemos ser hermanos es sólo por Jesucristo y en Jesucristo.

La fraternidad no es un ideal humano, sino una realidad dada por Dios y es de orden espiritual no psíquico.

Querer promover nuestro sueño en la comunidad daría una esquizofrenia de sueños que no se plasmarían en la vida. Cada uno trae el suyo y Dios tiene el mejor. Adentrarnos en la profundidad de Dios hace que vayamos puliendo lo que cada uno lleva, se vaya serenando y discerniendo a la luz de la Palabra y la vida que se nos va mostrando a nuestro alrededor. Es hacernos dóciles a su voz y a su mensaje, encontrar lo que, cuidadosamente ha puesto como semillas dentro de nosotros y hacer que crezcan junto a las otras para que el fruto sea de Dios. La verdadera comunidad nace cuando nos abrimos a todo ello, cuando traspasamos las fronteras de nuestro ser y nuestro querer hacer ... y la realidad nos hace meternos dentro, interiorizar y preguntarnos sobre lo que Dios haría en ese momento y actuar al modo de Dios.

La vida en comunidad es una vida en gratitud… Nos hace abrir los ojos y sentirnos el Anawin que sabe que todo lo espera de Dios: el amor, el hermano, la lluvia, el pan, la palabra, la acción.

La comunidad cristiana es un don y un regalo de Dios para cada uno de sus miembros y para el lugar donde se insertan. Cuanto mayor sea nuestro agradecimiento, mayor es el crecimiento, con lo que todos salimos ganando.

20 de mayo de 2008

Matricúlate, matriculalo.

El equipo de Diocesis Tv de Málaga, ha creado un vídeo promocional de la clase de religión. Aunque estoy de acuerdo con el eslogan final, no me parece nada afortunado la imitación de aquel terrible anuncio del "póntelo, pónselo", pero para quienes ya no lo vieron o no lo recuerdan da lo mismo.
Véanlo ustedes mismos.

19 de mayo de 2008

“LA FE ILUMINA LA CULTURA”



Servicio de Asistencia Religiosa (S.A.R.U.H.)

“LA FE ILUMINA LA CULTURA”



El Director del Servicio de Asistencia Religiosa de la Universidad de Huelva tiene el honor de invitarle el próximo Martes 20 de Mayo, a las 20,30 horas y enmarcada en las Jornadas Teológicas 2008, a la conferencia que bajo el título

“¿Está frenada la Ciencia por la Fe?Teoría y praxis de un investigador académico” pronunciará el Dr. D. Antonio Márquez Cabeza, Profesor Titular de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Sevilla.

Salón de Actos, Facultad de Ciencias Empresariales
Plaza de La Merced Huelva, 2008

16 de mayo de 2008

LA VIDA INTERIOR

Quiero compartir este texto. Es una dimensión personal y comunitaria que muchas veces la dejamos pasar. Es como las dietas... se empiezan siempre el lunes.



La dimensión olvidada: la vida interior



La vida interior representa, actualmente, una de las dimensiones más olvidadas de la humanidad. Urge rescatarla, pues en ella se encuentra la serenidad, y el sentimiento sagrado de la dignidad.
En primer lugar, es importante aclarar la palabra interior. Es el reverso de exterior. La vida posee una dimensión exterior. Es nuestra corporalidad. La cultura moderna ha inflacionado la exterioridad a través de todos los medios de comunicación. El mundo de las personas ha sido totalmente divulgado.
Pero existe también lo interior. Generalmente lo interior es aquello que no se ve directamente. Podemos conocer y hasta fascinarnos por el exterior de una persona, por su belleza e inteligencia. Pero para conocerla necesitamos considerar su interior, su corazón, su modo de ser y su visión del mundo. Sólo entonces podemos hacer juicios más adecuados y justos sobre ella.
Interior tiene además el significado de calidad de vida. Así decimos que la vida «en el interior» (del país) es más tranquila, más integrada en la comunidad y en la naturaleza, en el fondo, con más posibilidad de hacernos felices. Es que la vida «en el interior» no está sujeta a la lógica de la ciudad, con el ir y venir de las personas, la parafernalia técnica y burocrática, y las amenazas de violencia.
Por último, interior significa la profundidad humana. Este interior, lo profundo, emerge cuando el ser humano se detiene, calla, comienza a mirar dentro de sí y a pensar seriamente. Cuando se plantea cuestiones decisivas como: ¿qué sentido tiene mi vida, todo ese universo de cosas, de aparatos, de trabajos, de sufrimientos, de luchas y de placeres? ¿Hay vida más allá de la vida, ya que tantos amigos murieron, a veces de forma absurda, en accidentes de automóvil o por una bala perdida? ¿Por qué estoy en este planeta pequeño, tan hermoso, pero tan maltratado?
¿Quién ofrece respuestas? Por lo general son las religiones y las filosofías, pues siempre se ocupan de estas cuestiones. Pero es ilusorio pensar que con asistir a los cultos o con adherirse a alguna visión del mundo se garantiza una vida interior. Todo eso importa, pero sólo en la medida en que produce una experiencia de sentido, una conmoción nueva y un cambio vital.
La vida interior no es monopolio de las religiones. Éstas vienen después. La vida interior es una dimensión de lo humano. Por eso es universal. Está en todos los tiempos y en todas las culturas.
Las religiones cumplen su misión cuando suscitan y alimentan la vida interior de sus seguidores, cuando les ayudan a hacer el viaje a su interior, rumbo al corazón, donde habita el Misterio. Vida interior supone escuchar las voces y los movimientos que vienen de dentro. Hay un yo profundo, cargado de anhelos, búsquedas y utopías. Sentimos una exigencia ética que nos invita al bien, no sólo personalmente, para uno mismo, sino también para los otros.
Hay una Presencia que se impone, mayor que nuestra conciencia. Presencia que habla de aquello que realmente cuenta en nuestra vida, de aquello que es decisivo y que no puede ser delegado en nadie. Dios es otro nombre para esta experiencia que satisface nuestra búsqueda insaciable.
Cultivar ese espacio es tener vida interior. El efecto más inmediato de esta vida interior es una energía que permite encarar los problemas cotidianos sin excesiva agitación. Quien posee vida interior irradia una atmósfera benéfica y transmite paz a quienes le rodean.
Alimentar la vida interior, como repite siempre Arthur da Távola en su programa de televisión «Quién tiene miedo de la música clásica», es no tener soledad nunca más. La soledad es uno de los mayores enemigos del ser humano, porque lo desenraíza de la conexión universal. La vida interior lo religa al Todo del cual es parte.
Leonardo Boff

11 de mayo de 2008

Pentecostés


Feliz Pentecostés a todos. Celebramos juntos el nacimiento de la Iglesia y el día del Apostolado Seglar. Este año abrimos paso a la Comunidad de Tierra Esperanza que quiere felicitar a todos con una reflexión este acontecimiento. Que el Espíritu siga concediendo lo que necesitamos personalmente y comunitariamente a todos. No dejemos pasar la oportunidad de abrir los corazones y que la vida dé paso a lo que Dios quiere seguir dando gratuitamente al mundo.


Se abrió el invierno tras la llave, fluyó la vida, y la puerta dio paso al ímpetu de la primavera. Fue la vida. La vida, sí, que siempre es más fuerte que cualquier atraso de hielos. También son necesarios estos, pero actúan como contrapuntos, contrarritmos que afirman una melodía basada en la potencia vital que atestigua el universo todo.

Así esta primavera de siglos que llaman a la vida, y que llamamos la Pascua.

Pero más claro nos llega el ritmo del Espíritu, indomable e indescifrable. Como un bajo que marca el compás, una sístole sangrante que mana por un cuerpo unánime, un marzo ventoso que esparce semillas de gloria, un levante que sopla las velas y remueve los fondos. Así el Espíritu, que aborda el espíritu del hombre y lo eleva como una hoja al viento caprichoso; así el Espíritu, que borda la Iglesia con una filigrana de libertad, que llama a la rebelión en las calles para tomarles el pulso y tomarlas.

Cada quién, y cada cuándo, suprimimos ventanas que pueden constituir momentos de encuentro, de comprensión. Asumimos como propias las verdades incuestionables, mientras que cuestionamos las otras. Convertidos en mesianillos de salón, revolucionarios de mesa y olla, partimos de una base dogmática diciendo que todos se han equivocado al interpretar a Dios, menos nosotros. Nuestra cabeza solemne es capaz de sustituir al Espíritu, borrando a la Iglesia de un plumazo para hacer la nuestra, a nuestra imagen y semejanza. Y entonces las raíces de la verdad, atraviesan la historia y nos dejan orillados, confundidos en la margen donde cayeron las semillas que no vieron la siguiente primavera.

Quien más quien menos vierte su hiel en los errores cometidos, lamentos de profetas sesudos y aguerridos que dejaron el mundo por transformar en la alfombra de entrada de su casa. Eso sí, cual jeremías del siglo XXI, aburren a María Santísima con tanta desolación, tanto malo metido a estructura, mientras se forran criticando la estructuras. Siempre hubo cuervos. Pero el Espíritu no ceja, ablanda piedras saladas de llantos y las convierte en salazón de mundos nuevos y, de las piedras, puede hacer pan. Más allá de cuantos inmensos agujeros de desaciertos vieron la luz a la sombra de la Iglesia, el Espíritu suscitará puentes, abrirá saltos de agua y embrujará con la luz, construido todo con ladrillos de errores y argamasa de buenas intenciones.

Un mundo de incertidumbres nos asoma siempre al miedo, y nos yergue en sabedores de verdades absolutas,...y se nos mueren mientras tanto las criaturas que buscan una caricia de esperanza. Nada hay más malo para crear sementeras que vasijas estancas donde no entre ni el aire. A rancio huelen tantas ramificaciones interminables de leyes; siempre hubo leguleyos que quisieron vivir del cuento. Mientras tanto, el Espíritu, indomable, ayuda a crecer la libertad de las semillas salvajes que posan sus raíces en el aire. Siempre hubo una trastienda, un almacén de libertades mal contenidas en la barriga de cada presente. Hubo quienes deshojaron la margarita de su tiempo apostando por descubrir, por ir más allá sin necesidad de respaldos ni justificaciones, y hubo quien lo alentó. Lo único a lo que hay que temer es al vacío, a la carencia de posibles.

Perras se nos vuelven las ganas a todos, si no proporcionamos luces y esperanzas a los que vienen empujando el mañana. El Espíritu es un olor acompañado de frutos futuros, que el presente no es más que la confluencia del pasado y los sueños del porvenir. Mal instalados vamos a estar en una casa que hacemos inhóspita, a fuer de que no entren más que los que reconozco como mi calco. Se empobrecerá el roce y nos volverá mediocres y tristes, como perros pulgosos sin amos y sin sombra donde echarse. Necesita esta historia una fuerza de transformación que sólo Dios puede otorgar, como aquel Espíritu que aleteaba sobre las aguas primordiales, e hizo vida de la materia inerte. Igual ahora que, de tanto asegurar las paredes, podemos perdernos la compañía.

Temo que me pase lo mismo de siempre, lo que nos pasa a todos, que escribamos siempre la misma idea, interpretemos siempre el mismo papel, soñemos los mismos sueños, o que oigamos lo que queremos oír y nada haya de nuevo. Que nos pase lo sabido: rebeldías añejas y solas, encumbradas por la impericia del que no quiso deshacerse de ensoñaciones y no las hizo presente; ruidos de sables que se levantan contra todos los que usan sables –palabras como sables, lenguas como puñales; deméritos de los otros, porque los míos ni existieron ni se les espera; tedio y mucho aburrimiento adobado, de una marcha forzada a ninguna parte de tanto creer que avanzo sobre la nada. Y todo porque me desaparecieron el don de Dios hecho Espíritu y su impulso transformador de mí mismo. Es una carrera de liberación la que corremos: por mí, por todos mis compañeros y por mí primero. Y de la historia, que no se echa en manos de la nada irredenta, sino de la plenitud salvadora. Del hombre, que se sabe parte del impulso divino, ese hálito vital y vívido que se hace carne humana en Jesús, y que se nos comunica como una escala por la que ascender.

Tiempo de Espíritu, de callejas que oirán las voces de los liberados, anunciar al lobo y al cordero pastando juntos. Tiempo de Espíritu, que amanecerá sobre una Iglesia que se sabe campana y señal, compañía y refugio, hogar y misterio. Tiempo de Espíritu, para poder ir más allá, más alto, mas cerca del Dios Padre que nos mira con guiños de una feliz espera. Tiempo de Espíritu, que me renueva desde lo mas hondo de mí, que me saca de quicio, me embelesa y me vuelve sabor y saber, savia y fruto. Tiempo de Espíritu, que se contrapone a una babel de divisiones, idiomas y fronteras.

Aspira el aroma que suscita tanta esperanza de hombres y mujeres libres, allí se encuentra el Espíritu de Dios. Pégate a la piel de los que saben romper el hambre, la miseria, el miedo o la soledad, allí habita, en las arrugas de sus preocupaciones o los callos de su esfuerzo, toda la bondad de Dios hecho fuerza salvadora. Ponte a la sombra de los héroes cotidianos, que dicen lo que son: hermanos en el Señor, pioneros del mañana, antesala del más allá, congregados en la Iglesia. Y, por si acaso, por debajo de cada minuto de la historia, escruta la sabiduría, el amor y la potencia divinas, que están llamando al mundo a su definitividad, esto es, a Él. Entonces sabrás que has abierto la llave que abre la puerta de la realidad más absoluta: habrá entrado la Primavera de gloria para siempre: el Espíritu será el que nos habite y ya no habrá más llanto, ni más muerte, ni más dolor, porque el mundo viejo habrá pasado.

Pedro Barranco©2008



¡Feliz pentecostés!

Comunidad Tierra Esperanza. Apdo. 80, 21200 Aracena (Huelva).

E-mail: tierraesperanza.es. Tlfos: 959.508188 / 676462311. www.tierraesperanza.es