He encontrado este artículo en Atrio y me ha parecido bien compartirlo en este inicio de curso, siempre es bueno que nos preguntemos sobre la felicidad, pero sobre todo cómo vamos construyendo este mundo en el que nos toca vivir donde todos buscamos la felicidad.
Relajaditos del verano y con fuerzas para comenzar el curso, hemos de plantearnos aún muchas cosas, reconducir otras y seguir apostando por lo esencial del Evangelio, lo que de verdad da nuestra razón de ser en lo que estamos viviendo y moviendo nuestros grupos, nuestra vida, nuestra Iglesia... Somos luz y esperanza, para otros y para nosotros.
25-Julio-2008. Leonardo Boff.
No podemos dejar de preguntar: ¿cómo ser feliz en un mundo infeliz? Más de la mitad de la población mundial está sufriendo, viviendo por debajo del nivel de la pobreza. Hay terremotos, tsunamis, huracanes, inundaciones y sequías.
En Brasil 5 mil familias solamente detentan el 46% de la riqueza nacional. En el mundo 1125 multimillonarios individuales poseen una riqueza igual o superior a la riqueza del conjunto de países donde vive el 59% de la humanidad. El calentamiento global evocó el fantasma de graves amenazas contra la estabilidad del planeta y el futuro de la humanidad. Ante este cuadro, ¿es posible ser feliz? Sólo podemos ser felices junto con los otros…
Es importante reconocer que estas contradicciones no invalidan la búsqueda de la felicidad. La búsqueda es permanente aunque sus resultados sean exiguos. Esto nos obliga a hacer un discurso crítico y no ingenuo sobre las oportunidades de felicidad posible.
En la reflexión anterior sobre este mismo tema, enfatizamos el hecho de que la felicidad sostenible es solamente la que nace del carácter relacional del ser humano. Y seguidamente, la que aprende a buscar la justa medida en las contradicciones de la condición humana. Feliz es quien consigue aceptar la vida tal como es, escribiendo derecho sobre renglones torcidos. Profundizando la cuestión, podemos ahora reflexionar sobre lo que significa ser feliz y estar feliz. Pedro Demo, en mi opinión una de las mejores cabezas de la inteligencia brasilera, fue quien mejor estudió entre nosotros la Dialéctica de la Felicidad (3 tomos, 2001). Él distingue dos tiempos de la felicidad, y lo acompañamos en eso: el tiempo vertical y el tiempo horizontal. El vertical es el momento intenso, extático y profundamente realizador: el primer encuentro amoroso, haber pasado en un concurso de oposición difícil, el nacimiento del primer hijo. La persona está feliz. Es un momento impactante, muy realizador, pero pasajero.
El horizontal es el que se extiende por el día a día, como la rutina con sus limitaciones. Manejar sabiamente los límites, saber negociar con las contradicciones, sacar lo mejor de cada situación: eso hace a la persona ser feliz.
Tal vez el matrimonio nos sirva de ilustración. Todo empieza con el enamoramiento, la pasión y la idealización del amor eterno, lo que lleva a querer vivir juntos. Es la experiencia de estar feliz. Pero, con el pasar del tiempo, el amor intenso cede el paso a la rutina y a la reproducción de un mismo tipo de relaciones con su desgaste natural. Ante esta situación, normal en una relación a dos, hay que aprender a dialogar, a tolerar, a renunciar y a cultivar la ternura sin la cual el amor se extenúa hasta convertirse en indiferencia. Aquí es donde la persona puede ser feliz o infeliz.
Para ser feliz a lo largo del tiempo se necesita invención y sabiduría práctica. Invención es la capacidad de romper la rutina: visitar a un amigo, ir al teatro, inventar un programa. Sabiduría práctica es saber desproblematizar las cuestiones, aceptar los límites con levedad, saber rimar dolor con amor. Si no se hace eso, se es infeliz toda la vida.
Estar feliz es un momento. Ser feliz es un estado prolongado. Éste se prolonga porque es siempre recreado y alimentado. Alguien puede estar feliz siendo infeliz, es decir, tiene un momento intenso de felicidad (momento) como el reencuentro con un hermano que escapó de la muerte, igual que puede ser feliz (estado) sin estar feliz (momento), es decir, sin que le suceda algo arrebatador.
La felicidad participa de nuestra incompletez. Nunca es plena y completa. Hago mía la brillante metáfora de Pedro Demo: «la felicidad participa de la lógica de la flor: no hay cómo separar su belleza de su fragilidad y de su ajamiento».
Relajaditos del verano y con fuerzas para comenzar el curso, hemos de plantearnos aún muchas cosas, reconducir otras y seguir apostando por lo esencial del Evangelio, lo que de verdad da nuestra razón de ser en lo que estamos viviendo y moviendo nuestros grupos, nuestra vida, nuestra Iglesia... Somos luz y esperanza, para otros y para nosotros.
25-Julio-2008. Leonardo Boff.
No podemos dejar de preguntar: ¿cómo ser feliz en un mundo infeliz? Más de la mitad de la población mundial está sufriendo, viviendo por debajo del nivel de la pobreza. Hay terremotos, tsunamis, huracanes, inundaciones y sequías.
En Brasil 5 mil familias solamente detentan el 46% de la riqueza nacional. En el mundo 1125 multimillonarios individuales poseen una riqueza igual o superior a la riqueza del conjunto de países donde vive el 59% de la humanidad. El calentamiento global evocó el fantasma de graves amenazas contra la estabilidad del planeta y el futuro de la humanidad. Ante este cuadro, ¿es posible ser feliz? Sólo podemos ser felices junto con los otros…
Es importante reconocer que estas contradicciones no invalidan la búsqueda de la felicidad. La búsqueda es permanente aunque sus resultados sean exiguos. Esto nos obliga a hacer un discurso crítico y no ingenuo sobre las oportunidades de felicidad posible.
En la reflexión anterior sobre este mismo tema, enfatizamos el hecho de que la felicidad sostenible es solamente la que nace del carácter relacional del ser humano. Y seguidamente, la que aprende a buscar la justa medida en las contradicciones de la condición humana. Feliz es quien consigue aceptar la vida tal como es, escribiendo derecho sobre renglones torcidos. Profundizando la cuestión, podemos ahora reflexionar sobre lo que significa ser feliz y estar feliz. Pedro Demo, en mi opinión una de las mejores cabezas de la inteligencia brasilera, fue quien mejor estudió entre nosotros la Dialéctica de la Felicidad (3 tomos, 2001). Él distingue dos tiempos de la felicidad, y lo acompañamos en eso: el tiempo vertical y el tiempo horizontal. El vertical es el momento intenso, extático y profundamente realizador: el primer encuentro amoroso, haber pasado en un concurso de oposición difícil, el nacimiento del primer hijo. La persona está feliz. Es un momento impactante, muy realizador, pero pasajero.
El horizontal es el que se extiende por el día a día, como la rutina con sus limitaciones. Manejar sabiamente los límites, saber negociar con las contradicciones, sacar lo mejor de cada situación: eso hace a la persona ser feliz.
Tal vez el matrimonio nos sirva de ilustración. Todo empieza con el enamoramiento, la pasión y la idealización del amor eterno, lo que lleva a querer vivir juntos. Es la experiencia de estar feliz. Pero, con el pasar del tiempo, el amor intenso cede el paso a la rutina y a la reproducción de un mismo tipo de relaciones con su desgaste natural. Ante esta situación, normal en una relación a dos, hay que aprender a dialogar, a tolerar, a renunciar y a cultivar la ternura sin la cual el amor se extenúa hasta convertirse en indiferencia. Aquí es donde la persona puede ser feliz o infeliz.
Para ser feliz a lo largo del tiempo se necesita invención y sabiduría práctica. Invención es la capacidad de romper la rutina: visitar a un amigo, ir al teatro, inventar un programa. Sabiduría práctica es saber desproblematizar las cuestiones, aceptar los límites con levedad, saber rimar dolor con amor. Si no se hace eso, se es infeliz toda la vida.
Estar feliz es un momento. Ser feliz es un estado prolongado. Éste se prolonga porque es siempre recreado y alimentado. Alguien puede estar feliz siendo infeliz, es decir, tiene un momento intenso de felicidad (momento) como el reencuentro con un hermano que escapó de la muerte, igual que puede ser feliz (estado) sin estar feliz (momento), es decir, sin que le suceda algo arrebatador.
La felicidad participa de nuestra incompletez. Nunca es plena y completa. Hago mía la brillante metáfora de Pedro Demo: «la felicidad participa de la lógica de la flor: no hay cómo separar su belleza de su fragilidad y de su ajamiento».