2 de enero de 2008

Esperar lo inesperado. Feliz 2008.

Isaías, el profeta, insiste durante el adviento en que, aunque el pueblo se encuentre sumido en la más profunda angustia, silencio y abandono, Dios ha anunciado que viene a su encuentro y los signos que lo revelan son de lo más extraño, el desierto será un estanque, la montaña pelada un manantial... se invita al pueblo a esperar lo inesperado, a no hacerse extrañas ilusiones o querer saber el cómo o el cuándo, Dios viene y lo demás es cosa suya. Confiar y esperar.
Porque tan inesperado es que en desierto surja un estanque o en la montaña reseca un manantial como que el mesías nazca de una mujer cualquiera en un lugar cualquiera de la torturada geografía de Israel. Y sin embargo...
Comenzamos el año nuevo y, de alguna manera, estamos abiertos a lo inesperado. Al fin y al cabo comenzamos rememorando lo inaudito: una mujer es madre de Dios. Lo imposible se hace real y ha sido la total confianza de esa mujer lo que ha abierto paso a la humanización de Dios y la divinización de lo humano.
Quizá ser creyente consista un poco en eso: esperar lo inesperado de Dios y confiar plenamente en Él.
Feliz 2008.

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