Este año, entre los cambios que se nos están presentando en nuestra diócesis, seguimos teniendo el reto del cambio interior. Seguimos necesitando dar razones de nuestra esperanza.
Me he topado con este documento del arzobispo de Santiago, el que está ahora encargado de los laicos, y me ha parecido interesante resaltar algo de él. Sé que es un poco largo, pero no por ello deja de tener enjundia. Lo comparto y animo a todos a tener en cuenta esta reflexión de la invisibilidad y el silencio de Dios en nuestro mundo. No se trata de flagelarnos y sí de mirar a nuestro interior para seguir descubriendo cómo Dios actúa en nuestro mundo y en este momento de la historia que estamos escribiendo entre todos.
Que tengamos un buen inicio de curso, que sigamos apostando por el Evangelio como fuente de nuestra existencia, que no se nos borre la sonrisa en todo momento y que seamos felices, que de eso se trata nuestra vida. Un abrazote para todos.
“En cierto sentido Dios nos habla sin cesar. En otro sentido, guarda silencio. Si conocemos el designio general de su providencia, ignoramos todo lo que se refiere a sus caminos particulares. El confiarnos a la fe es aquí nuestra única actitud cristiana. Hay períodos en que los hombres notan con más claridad la aparente ausencia de Dios en el mundo”. Lo que en nuestros días afecta más a la fe en Dios es la invisibilidad, el silencio de Dios -su ocultación- en medio de un mundo en el que sólo es válido lo visible: hechos “escuetos”, resultados “sólidos” y “tangibles”, datos “reales”, todo ello tiene que ser al cien por cien visible y perceptible. De aquí deriva una caída de la experiencia de Dios y este déficit determina en mayor o menor medida la situación religiosa de nuestra época. La experiencia de Dios, del Espíritu y de la gracia en medio de la vida, lo que Rhaner llama “mística de la cotidianidad”, tal vez va decayendo. Incluso puede suceder que se trate de una situación permanente en la que el creyente tiene que acostumbrarse a reconocer
Bonhoeffer como párroco de estudiantes en
Las tristes experiencias de la realidad –guerras, terrorismo, asesinatos, limpiezas étnicas, hambre, inmigraciones masivas…- son las manifestaciones del mal, que amenazan nuestra fe en el bien, en la justicia y en la existencia de Dios. “¿Dónde está Dios?” es la traducción moderna de la pregunta que se planteaba Lutero: “¿Cómo consigo un Dios misericordioso?”
Ya no es la gracia ni la misericordia de Dios, sino Dios mismo, su existencia, lo que se ha hecho cuestionable. El lenguaje de aquel Dios, en virtud del cual fue creado el mundo, que ordenó a Abraham salir de su tierra, que en el Sinaí estableció con Moisés su alianza y que llamó a Pablo con voz clara y perceptible, en nuestro tiempo parece haber enmudecido. Hoy vivimos, como observó el pensador judío Martin Buber, en una época del “eclipse de Dios”. Esta metáfora se inspira en el “ocultarse” de la faz divina en
Ciertamente la invisibilidad, imperceptibilidad y silencio de Dios han afectado siempre al creyente. Por otra parte, en todo hombre late un deseo innato de ver y de percibir. No es, pues, ilógico que en
Surge indefectiblemente el conflicto entre la pretensión de verdad de la fe cristiana y la conciencia contemporánea de verdad. La conciencia de verdad general de nuestra época se puede resumir en la fórmula siguiente: Sólo puedo creer lo que veo. Sin exageración, se puede hablar de un “espíritu popular del positivismo”, que determina el clima de la época. Como verdadero sólo vale lo existente, que puede percibirse sensiblemente y probarse, conforme a las exigencias de la evidencia, que rige en el ámbito de las ciencias exactas de la naturaleza. En el solo apoyo sobre los hechos se tiene únicamente en cuenta lo visible, medible, cuantificable y susceptible de verificación.
ROMPER EL SILENCIO SOBRE DIOS:
RAZÓN, FE, AMOR
Presentación de las VIII Jornadas de Teología
3 de septiembre de 2007 - Santiago
1 comentario:
desde el futuro nos habla, y desde el pasado nos hace oir su voz, por medio de su presciencia, anticipandonos nuestro futuro, para comprender que siempre está presente, la profecía es clara, el hombre no entiende, el afan y la anciedad, los ha enceguecido, el hambre de los deseos de cada cual, los hace perder el camino, no entender a Dios, es no saber nada, solo es existencia vana, mira las profecías y su cumplimiento y verás la existencia de Dios, que desde siempre nos habla y se cumple lo que nos ha dicho.
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